INVIERNO CON AIRES GITANOS por MANUEL DEL PRADO “EL TRISTE”.
Estaba en Madrid a finales del mes de noviembre del año 1982, decidido a quedarme el invierno y esperar la próxima temporada taurina, la de 1983. Decidido me preparaba para el invierno que me decías los que han vivido soñando ser toreros que es muy frio. Ya estaba aquí y hay que echar para delante. Dentro de mi preparación por la mañana caminaba en la casa de campo y a mi regreso a medio día me pasaba al parque del Retiro, a entrenar de salón. Eso era un día normal para mí. Me levante temprano a caminar y me dirigí a la casa de campo. Serían las 9 am. En mi cara sentía ese frescor de inicios del invierno. Los rastros del otoño se empezaban a reflejar en los arboles. Sus hojas, que llegaron a tener un color verde esmeralda, cambiaban a un amarillo pálido que, puntual, marcada son las estaciones el clima de España. Así la rutina el de levantarse a caminar todos los días de la semana me llegue a dar cuenta y vivir esa gran experiencia que es la de ver pasar los días que parecen rutinarios, pero que están llenos de magia y que los ciclos de vida seguirán girando y solamente uno estará de paso.
Sí, allí estaba. Otro día más de mi vida mirando a esos mudos testigos que son las plantas y árboles, mostrando su paso incansable como testigos de la naturaleza y son la guía que forman el día y la noche marcando y mostrando al mundo su bella y mágica presencia. El frio se estrellaba en mi cara al trotar más rápido, las hojas caían de los arboles como lluvia rítmica que con el jugar del viento, una danza formaba.
Una ofrenda a la vida que tuvieron al despertar en primavera, disfrutaron el verano y se magnificaron en otoño y hoy en el invierno rendirán tributo en el fin de su ciclo zigzagueando en el aire hasta llegar al suelo y formar una alfombra, cubriendo y llenando el espacio de donde brotaron la madre tierra que les vio nacer, desarrollarse y que como buena madre al final con sus brazos abiertos les espera!
Que significante fue para mi encontrarme con los tiempos que señalan nuestra existencia primavera, verano, otoño e invierno, cuatro ejes que giran a través del espacio y el entorno en que vivimos, el cual muchos, sin querer, y no saberlo no lo apreciamos.
También debo confesar que para no ser tan rutinario, que la rutina se vuelve hastío había días en especial los viernes que por la noche me daba una escapada con amigos toreros de Venezuela, Manuel García “El Manuel” , El Catire, El Valor y un muchacho que le decíamos Míster Salsa, de nombre Rafael Montilla, que se quedaban a pasar el invierno en España y nos íbamos a distraer por los bares o sitios de baile que hay y muchos en esos sitios del Madrid; por ejemplo, el Salsipuedes lugar de música de salsa y al que concurrían muchas chicas españolas que les gustaba el baile de salsa y no es por nada en música de baile tropical; yo me defiendo bastante bien; así que a bailar salsa sí señor , las chicas españolas eran muy dispuestas y sin reparo alguno le echaban muchas ganas y les gustaba que bailáramos con ellas y varias veces salíamos ligando y la verdad que la pasábamos fenomenal, ya que era viernes cultural, y para escuchar flamenquito mágico lleno de embrujo en casas regionales que hay en ese Madrid.
Yo tenía un amigo administrador de una casa regional denominada “Casa Granada” su administrador, un buen amigo y taurino llamado Jesús, (no recuerdo su apellido) me invitaba a estar en ese sitio. Recuerdo como si estuviera viendo a esas familias de gitanos que vivian por ese rumbo de Lavapiés y llegaban a darse cita en ese sitio y formaban un jaleo que ni soñado, en una mesa de una familia una mujer gitana se levantaba y al compás de unas palmas empezaba a bailar, en eso un guitarrista la acompañaba. Guitarra, palmas y esa figura llena de gracia y magi: la gitana que con su silueta esculturas humanas formaba y los olés que de inspiración salía de los asistentes, aquello te transformaba y en esos momentos ni por nadie yo me cambiaba. Que arte y magia ¡Sí señor!... y de pronto los rasguidos de una guitarra en otra mesa sonaban y son esas vibraciones tan especiales que tienen las guitarras españolas, le acompañaban el canto de un gitano que por soleares o martinetes arrancaba y en ese silencio escuchando esa voz y ese rasguido de guitarra, las palmas que al compás sonaban; eso era la locura de los asistentes que en ese bar disfrutaban y yo me encontraba allí respirando llenando mi espíritu de esa armonía que es el cante que brota del espíritu espontaneo de una raza llena de magia como lo es de la gente de expresión artística gitana.
Había momentos que daban ganas de torear, dar tres lances al compás de las palmas rematadas con media belmontina y salir caminando con palmas por bulerías; Y así con el aclarecer de un nuevo día finalizaba una noche que envolvía todo y en mi mente solo quedaba el recuerdo de aquellas noches vividas de farra gitana.
Un día a principios de diciembre, un viernes estando en la “casa de granada” deleitándome con sorbos de una copa de vino en la barra, hasta allí llego un gitano saludando a mi amigo Jesús, quien me lo presentó al darse cuenta de que yo era de México, el gitano me comentó que conocía mi país, pues él era cantador de flamenco, y me contó en los sitios que había actuado y que además le había gustado mucho México. Su cara era morena y su aspecto rudo, gestos serios, pelo negro, peinado hacia tras, delgado, alto y vestía un traje negro con camisa blanca, un auténtico gitano, de edad aparentaba más o menos unos cincuenta años; seguíamos escuchando a la gente que cantaban y emocionados, yo sobre todo, aplaudíamos, pero cuando mejor la pase fue cuando ese gitano empezó a dar golpes en la superficie de la barra donde estábamos y de su pecho salió un canto muy personal, un cante por martinetes, fue un desgarro de voz que de inmediato todas las miradas se concentraron en el gitano que cantaba ,y los olés tan oportunos de los allí presentes que le jaleaban; ufff!!!!! que bien cantaba este gitano, las ovaciones al final de su canto en compañía de aplausos y elogios le felicitaban y en ese momento supe su nombre al decirle alguien que se acercó a pedirle que interpretara otro canto y le llamo por su nombre ¡Manuel haz el favor de cantar algo más¡.
Sí, su nombre era Manuel de los Santos Pastor y le decían “El Agujetas” cantaor de Jerez de la Frontera, España, Y “El Agujetas” siguió cantando con ese tono de voz peculiar y a cada término de las frases de su canto, la gente le jaleaba entusiasmada, en verdad que su canto tan profundo te emocionaba y los asistentes entusiasmados mandaban bebidas que amablemente el Gitano Agujetas conmigo compartía, que bien la estaba pasando ese momento, para mi inolvidable; canté hondo, tomé vino, ufff!!!.... ¡qué alegría! y ya casi para dar las 4 de la mañana del día sábado, me despedí y el Gitano hizo lo mismo salimos a la calle y le pregunté que para dónde se dirigía y sólo me contesto <por ahiiií> le comenté que yo iba rumbo a Lavapiés pues por ahí vivía, a lo cual él dijo que por ahí se iba; Así que nos fuimos acompañando, platicando y ya casi para llegar a mi casa lo cual le señale el sitio y ¿para dónde te vas tú ?_ Pregunte. por ahí me quedaré en una banca a esperar que amanezca, ¡Cómo! ¿Te vas a dormir en una banca? -acabo de llegar de Nueva York, donde estoy actuando, sólo que mi maleta no llegó y tengo que regresar más tarde por ella al aeropuerto de Barajas, pero ¿Cómo te vas a aquedar en la calle? -Ya falta poco para que amanezca <me dijo> mira yo vivo ahí y en la sala hay un sillón, si quieres puedes quedarte a descansar < Le comenté > ya nos fuimos a descansar, se quedó en el sillón, hasta como a las 12 del día me levanté y el ¡hombre! ya tenía café preparado, estuvimos platicando y me comento que como a las 5 de la tarde tenía que llamar ala línea aérea para saber lo de su maleta.
A las 3 de la tarde salimos rumbo a la plaza Santana y llegamos a un bar donde pedimos un copa de vino y nos lo tomamos, el sitio estaba concurrido disfrutando y charlando, de pronto El Agujetas dio unos golpes en la superficie de la barra y empezó a cantar suavecito, de su pecho salía su cante peculiar, la gente le volteó a mirar y formando un silencio para escuchar el canto de mi amigo; al término de su canción la gente se sentía a gusto y pegaron un olé entusiasta y como el cante flamenco de cualquier palo en un bar se oye diferente, la gente pidió que interpretará otra canción Manuel “El Agujetas” gustoso accedió y se formó la rumba y empezaron a portarse generosos y le preguntaron al “Agujetas” que si quería tomar algo o comer, a lo cual él les comento que sí y preguntado que -que nos apetecía él pidió una copa de vino blanco y les dijo en modo de preséntame a mi ante ellos <él es mi primo de México> y yo con una inclinación de saludo y un ¡eyy! con tono españolado hice mi presentación saludándoles.
La rumba siguió, comimos, tomamos y al Agujetas hasta un parné le dieron.
¡QUE ARTE DIOS MIO, QUE ARTE ¡
Me acordé de aquella canción que cantaba Don Juan Legido El gitano Señorón que dice así la letra…
Cuando al mundo me trajo mi mare
Sin contar con mi menda pa ná
Me enseñaron algunos cantares
Que de ellos me valgo pa no trabajar
¡Qué arte! ¡Qué arte! ¡Qué arte Dios Mío!
Y por ese aire se pasó como 10 días en casa y en verdad que disfruté y conocí algo de un pensamiento filosófico del pensar de alguien que la vida lo ha previsto de una forma muy legitima y admirable, que es la de cantar con el espíritu de una raza incomprendida, pero además muy misteriosa en su andar por el mundo.
En momentos me platicaba, que en Estados Unidos de Norte América se encontraba trabajando cantando y que le iba bien, que vivía con una chica americana y que por cierto tenía que llamarla por teléfono; Me pidió que le acompañara, a llamarle ya estando en la cabina telefónica al intentar marcar vi que pasaba trabajo leer el número que llevaba apuntado en un papel, pensé que tenía problemas con la vista, le ayude a marcar y estuvo hablando un buen rato con la persona que le contesto, le escuche despedirse y colgó; me pidió que le marcara otro teléfono y me dio el papel donde estaba el número telefónico, le pedí que me dijera un número el cual yo no identificaba que numero era y en ese momento, note que él no sabía leer y le pregunté -¿no sabes leer verdad? y sólo encogió los hombros y con un gesto de cara, como diciendo que voy hacer? Marqué, llamó y salimos; Entre mi pensaba, vaya tío, un monstruo cantando que anda por el mundo y no entiendo el por qué no aprendió a leer ni a escribir; Más sin embargo a través de los días que paso en casa y cuando salíamos cada quien a realizar sus actividades personales y al reencontrarnos tomando un café charlábamos y su charla en verdad que me causaba admiración por la forma de vivir, analizando la vida en su filosofía de su vida gitana.
Recuerdo que a una pregunta mía <que ¿desde hace cuánto tiempo cantaba?> Me contestó que fue ya de grande. -Pertenezco a una familia de cantaores, mi padre, mi madre y mis hermanos; Yo no cantaba, yo trabajaba en la forja que tenemos en casa, la verdad yo era muy callado muy meditabundo y sólo trabajaba, un día, mi familia marcharon a una gala y estuvieron desde el viernes hasta el domingo fuera de casa yo me quede solo; Al regreso, mi padre salió a caminar por el barrio y varios amigos a su paso le preguntaron < Manuel ¿Quién cantaba el sábado en tu casa? > a lo cual mi padre contesto que no había nadie, que habían salido a una gala, ---- pues salía un canto ese día de la casa- y así varios amigos y vecinos le preguntaron a mi padre, a él le entró una inquietud y regreso a preguntarme que si había yo invitado a un amigo a casa? A lo cual yo le contesté que a nadie y ¿quién cantaba? Volvió a preguntar ¿Tú cantas Manuel? y me pidió que dejara el martillo que diera una tonadilla lo cual hice y mi padre sonrió de una manera de satisfacción y diciendo ¡Hijo por Dios cantas muy bien¡ Y desde ese día deje de golpear en la fragua y empecé a cantar acompañando a mi padre que con orgullo me presentaba.
¡De película! esta historia del “Agujetas”, ¡de película! muy admirado le comenté.
En otra ocasión a mi pregunta de ¿Qué le parecía los comentarios que realizaba mucha gente con cierta intelectualidad de la forma de vivir de la raza gitana y me contesto de una forma muy tajante < ¿CÓMO QUIEREN ESCRIBIR DE UNA RAZA GITANA, SI NO HAS NACIDO GITANO? >.
¿QUE PUEDEN ESCRIBIR MANUEL?... Me quedé pensativo ante singular contestación ...
Como imaginaran que me presentaba con su gente como su primo de México, empecé a hablar españolado y me salía un ¡eh primooo! que hacía medio vacilador el momento y “El Agujetas” lo sentía contento y la pasábamos bien; Recuerdo que tenía un abrigo negro “El Agujetas” que se lo ponía sobre puesto en los hombros y como yo tenía otro abrigo de igual color, también me lo ponía sobre los hombros para vernos igual los primos, ¡jajaja! que vacile me parece eso cuando hoy lo recuerdo.
Otro momento que recuerdo, fue que cuando salíamos de casa rumbo a la plaza Santana, por el trayecto empezaba él a cantar por bajines canciones mexicanas en tono flamenco y se escuchaban muy bien; y la verdad él conocía varias canciones rancheras y le daba gusto cantármelas, las que yo conocía se las acompañaba y un día me dijo entre vacile ¡Primo que el cante no es lo tuyo...¡ Espero que torés mejor de lo que cantas ¡…jajaja reíamos los dos.
En uno de esos días que estuvo en casa “El Agujetas” me pidió que si lo acompañaba a una agencia de viajes, donde su compadre que estaba en Nueva York, le dijo que allí pasara a recoger el boleto para su regreso a los Estados Unidos, lo acompañé a la agencia que estaba situado por la plaza España, llegamos y “El Agujetas” le dijo que iba por un boleto para viajar, el señor que lo atendía le pregunto ¿qué a que nombre estaba el boleto?, el Agujetas le dijo su nombre, a lo cual el encargado dijo que no había nada ,a ese nombre lo cual el Agujetas le volvió a decir que <pero si mi compadre me dijo que pasara por esta agencia >, pues no ha llegado nada sr. contestó el encargado. Y de nuevo le decía, pero aquí dice (y mostraba el papel que llevaba) que pase recoger el billete; -pero aquí no tengo ningún billete para usted. El hombre ya lo noté cabreado a lo cual le dije al Agujetas que me enseñara el papel en el que decía que pasara por el boleto y solo decía el nombre de la agencia y no decía más que eso.
Así que le dije al Agujetas que mejor nos fuéramos, no fuera que el tío fuera a llamar a la guardia civil; nos salimos de la agencia y le dije al primo Agujetas que había entendido mal a su compadre; así que salimos por de volada antes de que el tío llamara a la guardia civil < me cachis en la mar pensé ¡que petardo!> dos veces más el Agujetas viajó al mismo aeropuerto de Barajas, a ver si llegaba el boleto que lo llevaría a los Estados Unidos, como imaginaran yo ya no lo acompañe , hasta la tercera vez que fue encontró el boleto prometido y de ahí mismo se marchó y el hombre gitano “El Agujetas” voló a América y sólo el recuerdo me quedo de esos días al conocer a ese gitano peculiar en su forma de ser y de cantar que hoy a través de mi memoria, en este texto le recuerdo con gran afecto.
Y fíjense lo que es la vida, a mi regreso de España, en el año 1984, en reuniones de sobre mesa en casa, aquí en Mexico le platicaba a mis hermanos de mis anécdotas; las cuales muy atentos las escuchaban y una de ellas fue la del Agujetas y la disfrutaron cuando se las conté; Así pasaron más de diez años, cuando mi hermano Juan Román, el pintor llegó un día viernes y me dijo que a la vuelta de la casa estaba un disco compacto de “El Agujetas”, que lo vendían en un puesto de venta de cosas de segunda mano, me acompaño a ver si era cierto y si en efecto allí estaba el disco esperando por mí, de mi primo gitano “El Agujetas”, me pareció un verdadero misterio que llegara casi a la casa ese disco del Agujetas, a la vuelta de mi casa, ¡uff!... lo compré y lo escuché muchas veces preguntándome ¿Que habrá sido de ese gitano?
Le llame por teléfono “al Manuel” torero venezolano y ya me conto que “el agujetas” un día estuvo cantando en Francia y que fue un éxito y se ganó varios premios entre ellos un disco de oro; que era un personaje muy reconocido en esos momentos dentro del cante flamenco. Me dio gusto esa noticia.
Hoy que me ha dado por escribir lo que he vivido dentro de mi paso por el mundo taurino, he querido escribir estos momentos por los cuales me he puesto a indagar por medio de goglee y me encuentro que si efectivamente, tuvo un gran momento de reconocimiento dentro del cante flamenco y su figura fue reconocida; como importante que en su ciudad de nacimiento, en Jerez España, ahí tiene dos bustos que le fueron develados como orgullo de Jerez como cantante de flamenco y una calle que lleva su nombre Manuel de los Santos Pastor; en esos reportajes que encontré hay videos donde se escucha su privillejada voz, así mismo leo con gran pena que en el año 2015, fallece en su Jerez querido; dejando en su legado artístico a una hija y creo que dos varones también. Así que mandándote un abrazo hasta donde te encuentres en el cielo cantando COMO HOMENAJE TE ESCRIBO ESTE GRAN RECUERDO, MI QUERIDO PRIMO MANUEL DE LOS SANTOS “EL AGUJETAS”.
Desde la ciudad de Mexico su AMIGO
MANUEL DEL PRADO “EL TRISTE”.
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