INFATIGABLES Por Víctor José López



“Algún día será verdad. El progreso penetrará en la llanura y la barbarie retrocederá vencida”. / Foto Juan Barreto AFP
SANTOS LUZARDO 
Tras haber sido separados por la muerte, Eudoro López y Joaquín Crespo se reunieron en Caracas. Lejos de los escenarios de sus luchas. Coincidieron en el Cementerio la tarde del primero de julio de 1946. Crespo había muerto en 1898. Medio siglo antes. Una bala de Máuser lo apeó del caballo en El Carmelero. A Eudoro lo mató el tiempo, murió envuelto en la desesperante espera del exilio. 
Habiendo transitado una vida de rebeliones, conspiracio- nes, cárceles y exilio, Eudoro López murió en Nueva York el 13 de julio de 1934. La causa fue la brosis hepática que arrastró penosamente por el camino de la vida. Lo pade- ció desde muchacho, cuando la bilharzia se le anidó en el hígado hasta atormentarle su existencia. La brosis hepá- tica es una enfermedad parasitaria, y para la época co- mún en Venezuela y algunos países africanos. Hoy vuelve a estar de moda en Venezuela, dada a la precariedad de las políticas de salud del régimen que estimula enferme- dad parasitaria producida por gusanos platelmintos de la clase trematodos del género Schistosoma (castellanizado esquistosoma). Eudoro luchó contra los malestares provo- cados por el parásito, superó los dolores de cabeza, he- morragias causadas por la brosis que le atormentó en la calle, en los campos de batalla y en los calabozos de las cárceles hasta que, al n, le cobró su vida a los 65 años de edad. Vida que como un monje entregó al sueño de la libertad. Infatigable vivió y padeció sin descanso. Nacionalista fervoroso, líder y organizador del movimien- to popular más importante en la historia política nacional desde la Guerra Federal, su lucha que fue su vida durante la hegemonía de 36 años de los Andinos en el Poder. Una posición jamás doblegada ni declinada frente a las tiranías de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez y su casta for- jadora de parásitos del presupuesto público, a la que se le enfrentó la ardiente juventud venezolana combatiente de crímenes e injusticia. Su esfuerzo fue in nito en intentos para darle a la República sus derechos conculcados y las prerrogativas de pueblo libre. 
Con los andinos en el poder se pasó la página en el libro de la Historia de la era del Liberalismo Amarillo. Habrá quien se pregunte ¿para qué intentar resucitar algo que ha sido exhumado y que los discursos, la historia o cial y los libros volvieron a enterrar? ¿Porqué revivir libros y documentos de los que solo quedan la palabras “gomesismo”, “barre- tera”, “grillos”, “castillo”, traiciones, “torturas”, “prisiones”, ”delaciones”? .... 
Regresemos a la reunión de los cadáveres en el Mausoleo de Joaquín Crespo, cuando los restos de Eudoro López resguardados de la tormenta la noche del inclemente aguacero que cubrió Caracas el primero de julio de 1946. Empotrémonos en el Mausoleo de los Crespo junto a los hijos y nietos del doctor Eudoro López. Un monumento que, más tarde el tiempo y el abandono convertirían en rui- na penosa como los venezolanos harían con su país. Ayer testimonio, de nación; hoy, vergüenza de la rapiña. La san- tería, brujería y ejercicios del sincretismo religioso han sido práctica recurrente desde antes que Joaquín Sinforiano de Jesús Crespo Torres, el padre de Joaquín, curioso, espiri- tista, yerbatero y hasta brujo le inculcara a su hijo brujería, creencias espíritas o recursos de Magia Negra que a su manera academizaría el brujo Thelmo Romero, el Raspu- tín criollo a las órdenes de la zarina llanera Misia Jacinta Parejo de Crespo. Más tarde se convirtió el Mausoleo de la Familia Crespo en recurso de los santeros, apropiados de la osamenta y de cenizas de “El Taita” Crespo y las de Misia Jacinta, huesos y cenizas que reposaban en el Ce- menterio General del Sur desde el 24 de abril de 1898. Atrapado por la maquinaria enigmática que es la Historia, Eudoro López había militado activamente en las las lega- listas hasta el día que el propio Joaquín Crespo traicionó su oferta de país, violando la tentación de su ambición la promesa que había sellado con el juramento de la palabra. Ese sello, con el que los hombres y las mujeres leales se- llan sus compromisos. 
El día que El General Joaquín Crespo propuso el conti- nuismo en el poder, fue el día de la traición. Ese fue el mo- mento cuando Eudoro y Joaquín torcieron sus destinos to- mando caminos por distintas rutas: Crespo, desde el poder y Eudoro en el sendero de la lucha y de la reivindicación a la traición de la promesa rota. Una trocha en la vida que tuvo su nal en la muerte de Joaquín la mañana de abril de 1898 en el Carmelero. 
La muerte los reunió en el Cementerio General del Sur de Caracas la tarde del primero de julio de 1946 bajo un cielo convertido en lienzo gris. Tarde caliente, sofocante repa- rada para descargar agua en tormenta y electricidad en cascada sobre el nicho de la muerte. Ese in nito donde los cuerpos que van a resucitar buscan descanso eterno como viajeros hacia la nada. 
Los restos de Eudoro López, el líder nacionalista, fueron repatriados por solicitud de su viuda Rafaela Manuela Or- tega Barreto de López. La burocracia, mal endémico en Venezuela, sus trámites, maraña de manejos y de corrup- telas miserables, impidió que el sarcófago llegara al tiempo acordado para la ceremonia del sepelio aunque el cortejo salió temprano de La Guaira. Debido a la demora del arri- bo de los restos del patriarca nacionalista, sus cenizas no se pudieron enterrar en la fosa donde hoy, se supone, descansan. Pasaron la noche en el Mausoleo de la Familia Crespo en compañía de quien en vida había sido su caudi- llo, su enemigo y su carcelero. 
Sesenta y siete años más tarde, a 28 mil días de aquella macabra reunión en el Cementerio General del Sur sólo quedan escombros. Cada piedra, cada loza ha sido violen- tada por los trasgresores de tumbas que en el 2013 hurta- ron las condecoraciones, los uniformes y la espada que en vida pertenecieron al general y caudillo Joaquín Crespo. Profanación espeluznante de los huesos y de las cenizas del general y de su esposa Jacinta Parejo de Crespo. Vio- lación con nes y propósitos del sincretismo religioso que hoy con excesos de ofensiva impunidad se imponen en una sociedad a la que le han usurpado su identidad. 
Entusiasmado y aguijoneado por su vocación y volun- tad servicio, Eudoro López apoyó en su militancia activa la Guerra Legalista. Revolución promovida por Crespo y que más tarde degradaría difuminada en la corrupción y ahogada en el mar de la ambición de poder. Fue por eso que Eudoro adversaría al adalid llanero. Es por ello que se alistó en las las del Nacionalismo Liberal. Movimiento que Eudoro sembró con un trabajo de hormiguita por pue- blos y ciudades en la juventud de Carabobo, Zamora y de Cojedes. Auténtica revolución ideológica que en Venezue- la condujo el General José Manuel Hernández El “Mocho” Hernández, el líder natural del Nacionalismo Liberal, movi- miento de una acción frontal y opositora a los gobiernos de Crespo, Rojas Paúl e Ignacio Andrade primero; y, más tar- de, infatigable en el enfrentamiento a las tiranías andinas de Cipriano Castro y de Juan Vicente Gómez, en la lucha que dejó en el camino la libertad, la salud y la esperanza de toda una nación aplastada por los tiempos aciagos, días que el doctor López vivió en calabozos, vivacs de tropas alzadas y campamentos miserables. Fueron los días de la guerra, aquellos en los que deambulaba como un fantas- ma las noches del exilio en Colombia y en los Estados Uni- dos. Sus últimos días en Nueva York a la espera la noticia la anhelada por la revolución. La que nunca llegó, la de los cambios que por años hemos esperado los venezolanos. 

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