EL MILITARISMO EN VENEZUELA (I) Por Víctor José López
VENEZUELA, UNA LUCHA PERMANENTE ENTRE LA BARBARIE Y LA LIBERTAD (I) Por Víctor José López
RÓMULO GALLEGOS
Por Víctor José López
Un Ministro emperifollado, rodeado por el Alto Mando Militar en una alocución política, transmitida en cadena nacional de radio y televisión, asegurando que la Fuerza Armada es institucional, no es un hecho institucional. Es un acto político. Los gobiernos corruptos relegan a la Fuerza Armada al papel de Guardia Pretoriana. Los desafueros militares amparados por el Estado conducen irremisiblemente a la perversión y, de la función coactiva, al desafuero pretoriano.
El futuro democrático en Venezuela, en opinión de Leopoldo López (Preso pero libre pp. 198,199) depende de una perspectiva más clara y más directa sobre lo que es la realidad militar del país. La definición de estrategia no es asunto exclusivo de los militares; de hecho, en democracia la definición de las prioridades es una responsabilidad política de la primera magistratura, del presidente, de quien tiene la obligación compartida de jefe de Estado, presidente, comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional, y debe definirse de acuerdo con otros sectores del Estado.
La base de la Pirámide Militar tiene como fundamento al pueblo llano, porque son sus hijos los que van al cuartel buscando salidas a su miserable inestabilidad social con todo propósito de salir con vida del pozo de incertidumbre que les ahoga en vida. Cenagal en el que se hunde por la carencia de educación, capacitación y formación, herramientas, que ni se consiguen en los cuarteles y que la sociedad no ha sido capaz de entregarle a los hombres y las mujeres de la nación como es la prioridad un Estado preocupado por sus ciudadanos.
El ciudadano que no consigue capacitarse en un país que le utiliza como recurso populista en su arribismo, es par- te del pueblo llano sumergido y sin esperanza que se ha convertido en la arena del fondo del turbio mar de nuestra nación desbaratada.
Nos referimos al soldado, al excluido, al hijo del campesino, al muchacho del barrio en la gran urbe al que no participa de los beneficios de la riqueza con la que una nación debe responder sus necesidades ciudadanas. En la Venezuela de hoy, nuestro país que llegó a manejar la mayor fortuna jamás administrada por una nación sudamericana, riqueza que botó por la alcantarilla de la corrupción, hay días que el joven no tiene ni para el desayuno habiéndose ido a la cama la noche anterior sin haber comido.
La impunidad de hechos escandalosos es muestra de un cinismo sin paralelo. ¿Es esta la institucionalidad que sos- tiene la Fuerza Armada Venezolana?
La miseria lo arrincona a quien es el mañana de la nación, pueblo que apenas vislumbra un haz de esperanza en la profesionalización militar porque sus liceos y sus universidades son aplastadas por la bota militar en la marcha de la Revolución Bolivariana. La oferta de una carrera que es lo que el chavismo retomó del antecedente existido en 1945, cuando en la administración del presidente Medina Angarita (1941-1945) existía ríspida fricción entre los mili- tares egresados de la Escuela Militar y los ascendidos en las guerras civiles o por su actuación en la vida del cuartel. Esa misma fricción fue una de las razones para justificar un golpe de Estado, por cierto exitoso, de octubre de 1945. En 1946 hubo una purga de generales, coroneles y teniente coroneles, limpieza que le dio a una generación de mayores y recién ascendidos teniente coroneles la cohesión de casta, con- vertida en logia para quienes derrocaron al Presidente Rómulo Gallegos en 1948.
Hugo Chávez, en su empeño de conquistar espacios de fidelidad militar creó puentes para que la soldadesca cruzara el Rubicón de la formación académica sin que se mojara en las aulas de la Academia Militar. Cual alquimista, transformó tropa en oficiales de carrera. La gran mayoría, como son los famosos esbirros Homero Miranda y Bladimir Lugo, entre muchos de los ascendidos gracias a la química revolucionaria mezcla de una cartilla de buena conducta, fidelidad y obediencia con los intereses revolucionarios, sin tomar en cuenta su formación ciudadana ahora integran el generalato más nutrido de América.
En el caso venezolano – señala Leopoldo, (bis 198)- la hipótesis de conflicto impulsada en todos los terrenos desde hace unos años se fundamenta en el antiimperialismo, en que los venezolanos estamos “sometidos” a presiones eco- nómicas, sociales y políticas por parte del imperio “yanqui”, y que, en consecuencia, según esta teoría, la primera responsabilidad de defensa de la nación es mitigar y preparar acciones para ataques desde el “imperio”. Esta hipótesis de conflicto sustituyó a lo que por años fue una hipótesis que se fundamentaba en el resguardo de las fronteras, en particular la de Colombia....
La agresividad, tortura o represión ha estado siempre presente en los cuerpos militares y custodios del orden público en Venezuela. Como muestra este relato del periodista Rafael Arévalo González que nos cuenta de cómo era la situación en días de Rojas Paúl cuando ocupaba el sillón ausente el Ilustre Guzmán Blanco, recién entronizado en el Panteón de la República por Hugo Chávez .
Narra Arévalo González: - Por otra parte, aquel conflicto era cuestión de sentido común. Guzmán Blanco habíase retirado antes de cumplir su período constitucional porque vio muy claramente que entre su estrella y él se interponía, amenazadora, una nube muy densa y muy negra. Sagaz y prudentemente comprendió que debía retirarse, y se retiró. Aquella nube estaba preñada de impulsos reaccionarios, no sólo contra él, sino contra su sistema. Se fue, alejó su persona, pero quiso seguir imponiendo desde París su autocrático sistema, accionando por mano ajena. Pretendía un absurdo, que la Casa Amarilla no fuera sino una sucursal de su palacio de la Rue La Perouse, tanto más cuanto que ese palacio se convirtió en una factoría de contratos onerosísimos para este pobre país, contratos que, según la creencia popular, estaban destinados a lustrar de nuevo los desvaídos bla- sones de sus yernos, nobles arruinados.
Rojas Paúl se resistió a echarse a cuestas la responsabilidad de aquellos proyectos, y como esto lo vislumbró el Congreso, a su vez le sacó el hombro a la imponderable carga, lo cual les valió a sus miembros el honor de que el “Ilustre” los apellidase economistas de pulperíay, no contento con esto, a todos nos parangonó con los indios del Caroní y la Guajira.
Rojas Paúl tascaba el freno. La opinión pública se agitaba en torno suyo como mar embravecido. Menudeaban las manifestaciones cívicas, principalmente de la juventud. En una de ellas me encontré; fue entre las esquinas de San Jacinto y del Doctor Paúl, frente a la estatua de Antonio Leocadio Guzmán.
Llegó el general Isidoro Wiedemann, Comandante de Ar- mas de Caracas, a la cabeza de un batallón de línea. Era este general un teutón brutal, perro de presa de Guzmán, que bien detenido queda en la siguiente instantánea de la época guzmancista: un Viernes Santo, hallándose plena de eles la catedral, un soldado de la guardia del Santo Sepulcro se durmió recostado a un pilar. Llegó Wiedemann y lo despertó; no con un planazo, sino con un machetazo. El infeliz soldado atravesó por entre aquella horrorizada concurrencia brotando sangre de una ancha herida en el rostro, en tanto que el alemán se mostraba muy complacido de su hazaña. Pues bien, éste fue el hombre que vimos llegar al frente de un batallón para disolver aquella pacífica manifestación de imberbes.
Llegó blandiendo ferozmente el sable como diciéndonos: “Éste es el mismo de la catedral”. Pero nosotros no nos acobardamos, nadie huyó, y enfrentándonos a los soldados los arengamos. Les mostramos las manos vacías, les dijimos que estábamos desarmados, que no debían atacarnos porque lo que hacíamos era defender la causa de la Libertad, la causa del pueblo, que era la misma causa de ellos, que todos éramos hermanos; que los déspotas eran nuestros enemigos, los de ellos y los de la Patria... En n, de tal modo les hablamos, alzando los brazos para que vieran que no teníamos armas, que cuando Wiedemann mandó a calar bayonetas y avanzar, ninguno de aquellos soldados movió siquiera una mano para obedecer.
El feroz alemán comprendió que aquellos hijos del Pueblo habían aprendido la lección que les habíamos dado, que era cuestión de segundos para que hicieran causa común con nosotros, y que entonces estaba irremisiblemente perdido, pues bien sabía cómo le aborrecían el Pueblo y la tropa, por lo que se apresuró a ordenar un frente a reta- guardia y contramarchar.
Era que el espíritu público, agitado por aquella briosa juventud y por algunos patriarcas del civismo que se habían conservado puros y dignos, incontaminados de la abyección que impuso la autocracia como ineludible condición para vivir fuera de las cárceles, había penetrado en todas las capas sociales e invadido todos los gremios.
Entre lo que juraron y prometieron aquellos oficiales a la sombra del Samán de Güere y lo que hoy practica el régimen militar que impera en Venezuela, hay un abismo, tal y como lo consigna la periodista y guerrillera Angela Zago en su libro La rebelión de los ángeles 1998, que el entonces candidato presidencial Hugo Chávez se quejaba de que “los altos mandos siguen subordinados de manera casi absoluta al mandato político de los partidos del status y sería sumamente extraño que un Ministro de la Defensa de los últimos años se levante ante el país a defender su profesión. Los miembros del Alto Mando Militar se sienten amarrados – decía Chávez – La única forma de mantenerse en sus cargos es estar comprometido con un silencio a veces denigrante. Tenemos casos de varios oficiales que han levantado su voz y entonces son condenados al ostracismo o los envían al exterior, o los colocan en cargos de poca monta o no ascienden y si ascienden muchas veces les pasan por encima de otros de menor rango: los humillan...
Al inicio de este revoltillo militar fue que los subo ciales ascendidos a oficiales ocuparían cargos técnicos, pero en el breve tiempo sus resultados han sido políticos y sin mu- cho esfuerzo intelectual o preparación militar. El camino se abona de falsas ilusiones, trampas políticas y mucha corrupción.
Carlos Blanco resume lo que ha sido en nuestra historia el militarismo: “Los militares siempre han sido en Venezuela el sujeto de la sedición y el objeto de la seducción”.Se re- ere a los episodios que además de haber dejado cambios Venezuela comienzan y terminan en los cuarteles.
La hipótesis de conflicto, impulsada en todos los terrenos desde hace años se fomenta en el antiimperialismo, lo que Leopoldo López entiende es “que los venezolanos estamos sometidos a presiones económicas, sociales y políticas por parte del imperio, especialmente estadounidense, y que, en consecuencia, según esta teoría, la primera responsabilidad de defensa de la nación es mitigar y preparar acciones para ataques desde el imperio. Esta hipótesis de conflicto sustituyó a la que por años fue la hipótesis fundamentada en el resguardo de las fronteras, en particular la de Colombia.
En opinión de Leopoldo -El narcotráfico y el contrabando son las prioridades a tomar en cuenta para consolidar una Fuerza Armada, democrática y soberana.-Requerimos de una Fuerza Armada Nacional profesional, altamente equipada y entrenada. En mi opinión el gasto militar no es cuánto se gasta o invierte en el ámbito militar, sino en qué se invierten los recursos. La primera prioridad del gasto debe ser la estabilidad de los militares y la capacidad operativa, que hoy está muy disminuida. Aprobar un sistema de seguridad social como lo establece la Constitución, mejorar el equipamiento de las unidades, fortalecer y profesionalizar el entrenamiento y capacitación.
Hoy el gobierno, en voz del Alto Mando Militar se habla de unas Fuerzas Armadas Bolivarianas, patriotas e independientes, cuando la realidad es que nuestro estamento militar está subordinado a intereses de Cuba. Subordinación evidente e inocultable, que más bien expone con descaro irresponsabilidad ante los ojos de la opinión pública des- pliega estandartes cubanos en cuarteles y dependencias militares.
Cuba tiene un control escandaloso sobre la dinámica y la toma de decisiones militares y, muy especialmente su con- trol político ejercido entre otros mecanismos por los com- ponentes de inteligencia militar.
José Gregorio Petit, historiador de la Universidad Simón Bolívar, manifiesta haber creído que, con el “puntofijismo”, se sembraba el civilismo porque se consolidaban las bases de la democracia y que, de las bases consolidadas, pasaríamos a una democracia liberal.- La secuencia que- dó inédita, porque fue interrumpida a partir del año 1999 cuando comenzó a concordarse el proyecto “pretoriano de izquierda” que conocemos como “chavismo”.
El poder político desde los días de la colonia ha sido el fortín del poder militar, cuando la Madrid prefería militares al frente de los gobiernos coloniales para enfrentar insurrecciones internas como invasiones externas. Revisando el ejercicio del poder político en Venezuela, después de la guerra de Independencia, la presencia militar es evidente.
El historiador Rafael Arraiz Lucca, intelectual muy cerca- no al doctor Arturo Uslar Pietri relata una anécdota política del gran escritor con estas palabras: - Un día el presidente Medina Angarita me dijo, vamos a hablar, Arturo, vamos a hablar, de la sucesión de la Presidencia. Tú deberías ser el Presidente de Venezuela, tienes todas las condiciones para serlo, pero desgraciadamente en las circunstancias actuales yo (El general Medina), soy el heredero de Cipria- no Castro, a pesar de que mi padre murió peleando contra él, y no sería posible que yo rompiera esa tradición. Vamos a ver en quién pensamos. Entonces, de esa conversación surgió la candidatura de Diógenes Escalante.
Los militares, ayer como también los militares de ahora, necesitaban arropar su causa política dentro de una esfera más amplia y justificar lo injustificable: un golpe,1948, acción política que analistas e historiadores consideran el adefesio que provocó la inflexión en el camino hacia la democracia.
Como ocurre con el fracaso militar en el intento de golpe del 4 febrero de 1992, germen del desastre administrativo que ha provocado la desaparición de un país y el aniquila- miento de una nación, ya que fue el 4 de febrero de 1992 cuando fracasó un intento de golpe de Estado en Venezuela contra el entonces Presidente Constitucional de la República, Carlos Andrés Pérez. Aquel intento golpista, fracaso militar estruendoso, no logró sus objetivos y los rebeldes se rindieron.
Comentarios
Publicar un comentario